Un batán o pisa, como también se le conoce, es un artefacto de madera que, movido por una corriente de agua, se utiliza para desengrasar y enfurtir telas de lana, es decir, para convertirlas en un paño tupido y resistente.
El que aquí se presenta es un batán doble movido por una única rueda hidráulica central, construido por un carpintero de armar de Torrelavega, en el 2006, que sustituyó a uno simple que existía que, por manifestación oral de su antiguo propietario, era de finales del siglo XIX.
Las aguas del arroyo La Viña son aprovechadas por medio de una pequeña presa de la que sale un canal hecho con un tronco vaciado de 23×23 cm. que desembocan en la rueda hidráulica de 2,50 metros de diámetro, montada con cuatro aspas que la fijan al eje, de 5 metros de largo. Este eje hace funcionar dos batanes simétricos, instalados a ambos lados de la rueda hidráulica.
El paso del agua se regula con una compuerta de madera de la misma anchura que la del vaciado del canal y dotado de un largo mango, que permite accionarla desde la parte delantera del batán.
En las cuatro piezas que unen las aspas van colocados los álabes o paletas, veinte en total, que con el impulso del agua al incidir sobre ellas ponen en marcha el eje. A este, a ambos lados de la rueda hidráulica, le cruzan dos tacos de madera en forma de cruz. de tal manera que al girar van levantando los pesados mazos hasta que, saliéndose de la leva, caen por su propio peso golpeado las piezas de tejido colocadas sobre los cajones de 75x 45 cm. cada uno confeccionados en sendos troncos de madera vaciados, de 80 cm. de diámetro.
Los mazos cuelgan perpendicularmente de sus tirantes que son sostenidos con cuatro postes a cada lado. Estos postes en su parte superior disponen de un juego de vigas y cargaderos de los que penden los tirantes de los mazos, que giran sobre unas gruesas pinas, en su movimiento de izado y caída.
Unos pequeños canalillos elaborados de troncos de árbol vaciados conducían el agua hasta los cajones que contenían el paño, ya que necesitaban estar húmedos durante la operación de abatanado. El paño se colocaba en los cajones formado pliegues.
A mediados del siglo XVIII, el Catastro del Marqués de la Ensenada recogía la existencia de 6 batanes en la comarca de Liébana, entre los cuales no se encontraba el de Ledantes.
En la segunda mitad del siglo XX, los lunes en Potes era el día donde se congregaban gran parte de los lebaniegos para comercializar sus productos agrícolas, para resolver trámites administrativos, hacer compras y fomentar las relaciones sociales. Se puede decir que era su día de descanso semanal.
En ese mercado se establecía una relación con la actividad textil, que llegué a conocer, y que era la siguiente: las lebaniegas entregaban sus ovillos de lana hilada a la tejedora de Cabezón de Liébana, Rosario Martínez. Ésta a lo largo de la semana tejía las telas en su telar que, al lunes siguiente, entregaba al batanador de Ledantes, Manuel Martínez quien, durante el resto de la semana, se dedicaba a enfurtir las telas convirtiéndolas en paños, que el lunes siguiente devolvía a Rosario y esta sus clientas iniciales. Era el ciclo de la lana.
Esto ocurría en la década de los años 70 y eran los últimos estertores de esta actividad textil tradicional.