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PATRIMONIO PREINDUSTRIAL
Tipo de patrimonio: Conjunto industrial/Fundición de campanas
Grado de protección:
Ninguno.
Estado de conservación: Bueno.
Información sobre visitas:
Visitable previa cita.
Ninguno.
Visitable previa cita.
Antiguo taller de fundición de campanas por métodos tradicionales y exposición de la colección de campanas de Maestro Campanero Abel Portilla.
Se realiza el molde, talla de texto y figuras, fundido y acabado. La técnica es a la cera perdida, la misma que se utilizaba en el Renacimiento para hacer las esculturas metálicas.
Dispone de un horno de construcción tradicional de grandes dimensiones para realizar proyectos de gran envergadura.
Su último trabajo de gran relevancia, obra del Maestro Campanero Abel Portilla, ha sido la fabricación, por métodos artesanales medievales, de una campana de 5 toneladas para instalar en la iglesia de San Plechelm en Oldenzaal, Holanda. Esta campana forma parte de un carrillón de 70 campanas y da exactamente la nota musical “Do”.
Las campanas de iglesia son tal vez el instrumento musical que con mayor frecuencia escuchamos en Europa, su sonido forma parte de nuestra historia, de nuestra cultura y casi de nuestro inconsciente.
En el año 2022 la UNESCO ha declarado el toque manual de campanas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Cuenta la leyenda que el rey Felipe II trajo a España a un grupo de holandeses expertos en la fundición de campanas para que llevaran los ecos del cristianismo hasta el último rincón de la Península.
Estos maestros artesanos se establecieron en las cercanías de Laredo, donde enseñaron su oficio a los habitantes de la zona. Se iniciaba así una tradición que, cinco siglos después, todavía mantiene sus señas de identidad en la empresa familiar Hermanos Portilla.
Durante muchos años, las campanas han desempeñado un papel fundamental en la vida de los pueblos, pues además de avisar de la misa, alertaban de catástrofes como las tormentas o los incendios.
El peso y las dificultades para el transporte provocaban que estos objetos tuvieran que elaborarse cerca de la catedral o la Iglesia a la que se iban a destinar. Por ello, cada año, el día de San Blas, los maestros campaneros de Cantabria realizaban un sorteo en el que repartían las regiones de España que cubriría cada uno. Una vez que la fortuna les había otorgado un destino, allí se desplazaba el maestro artesano junto a algunos de sus hijos. Contactaban con el cura responsable de la zona, que les transmitía los pedidos, y durante varios meses permanecían en la zona, dedicándose a la fabricación.
Las campanas siguen teniendo un importante valor espiritual. “Cuando tañen, para avisar de la misa o anunciar un fallecimiento de un vecino, contribuyen a mantener los valores y el sentimiento de unión entre todos los habitantes del pueblo”.
La mayoría de las campanas duran entre cuatro y cinco siglos. Se fabrican en bronce (aleación de cobre y estaño), por lo que eran un botín de guerra muy preciado en la época de Almanzor y muchas fueron fundidas durante la Guerra Civil para transformarlas en cañones.
Se emplea un molde único y personalizado para cada una, con una inscripción, normalmente en latín, y figuras religiosas talladas.
Ése es el secreto de cada campanero. En general, depende de la aleación de metales que se emplea en la elaboración. También hay que tener en cuenta la forma, las que son más anchas tienen un sonido más agudo y las más delgadas, uno más grave