Descripción: El telón de fondo de los actos de celebración del cincuentenario de la empresa Sociedad Anónima José María Quijano, sucesora de las Forjas de Buelna, que tuvo lugar el día 3 de octubre de 1925, fue el flamante y nuevo edificio destinado a oficinas centrales.
Los terrenos elegidos para su construcción se localizaban en la fábrica de arriba, en el extremo este, colindando con la línea del ferrocarril. El proyecto, diseñado por el arquitecto santanderino Deogracias Mariano Lastra López (1889-1955), consideró el levantamiento de un prisma rectangular en cuatro niveles: sótano, planta baja, piso y bajo cubierta. Los pies derechos, las potentes pilastras y la viguería de hormigón para la estructura se combinaron con muros de mampostería concertada y sillares bien escuadrados en esquinas, cerco de vanos y línea de imposta de la cornisa. De todas las fachadas, diseñadas simétricamente con una sucesión de vanos cuadrangulares (plana baja y bajo cubierta) o rectangulares (primera planta) tapados con persianas, destacaba la principal. Orientada al oeste, en la parte central del cuerpo bajo presentaba un porche cubierto, retranqueado ligeramente respecto a la línea principal; estaba enmarcado en horizontal por una cornisa decorada con distintas molduras y, en vertical, se destacaban cuatro columnas toscanas pareadas, dos a dos, a través de las que se facilitaba el acceso. En el eje, en altura, un reloj era el encargado de marcar las horas del día. La cubierta de teja árabe, inclinada y a cuatro aguas, presentaba en cada una de sus esquinas un remate con prisma y bola herrerianos; incluía, también, seis casetones con cuerpo de ladrillo, dos en las fachadas principal y posterior, y uno en cada una de las laterales. En el exterior, un pequeño parque inglés dio acomodo, durante años, a una estatua erigida en memoria del fundador, José María Quijano (1848-1911), obra del famoso escultor Victorio Macho (1887-1966).
La sobriedad exterior tenía su reflejo en el interior, en donde el espacio estaba completamente compartimentado para dar alojamiento a las diferentes secciones (facturas, ventas, contabilidad, dirección, etcétera). Las divisiones se realizaron con muros de color blanco, que incluían hasta media altura un friso de madera oscura. Porque, precisamente, este era el elemento que predominaba sobre todos los demás. El mobiliario era escaso y muy funcional, pero siempre de extraordinaria factura. El edificio estaba equipado con los últimos adelantos, incluyéndose calefactores en algunas estancias y aparato telefónico en varias de ellas. No se ocupó hasta marzo de 1926, momento a partir del cual todos los clientes comenzaron a ser recibidos, y se mantuvo en uso, con modificaciones de escasa entidad en el interior, hasta la década de 1990.
Reseña histórica: Este edificio de oficinas centrales es un referente testimonial de primer orden del desarrollo industrial que experimentó, desde el último cuarto del siglo XIX, la localidad de Los Corrales de Buelna, siendo, igualmente, singular, en tanto en cuanto representa una tipología peculiar integrada en un conjunto de edificaciones de carácter eminentemente industrial y productivo. Asimismo, es un ejemplo ilustrativo de un tipo de arquitectura, la llamada montañesa, nacido gracias a la mano de uno de los más ilustres arquitectos santanderinos del siglo XX, Leonardo Rucabado (1875-1918), cuya personalidad sería difundida, a lo largo y ancho de la provincia, por sus discípulos.
Y es que, en Los Corrales de Buelna, nació José María Quijano (1843-1911), abogado encargado de contribuir al desarrollo económico no sólo de su valle natal, también del resto de la provincia. Este licenciado en leyes consagró sus días a la industria metalúrgica, aprovechando un viejo molino harinero heredado en la orilla del río Besaya, para instalar varias máquinas de fabricar puntas de París. Muy pronto, apenas unos años después de iniciarse la producción, hacia el año 1874, el horizonte de la incipiente factoría se vio ampliado considerablemente. A partir de entonces, la capacidad de producir alambre, primero, y la de elaborar acero, después, suscitaron la ampliación del catálogo de manufacturas derivadas de este preciado hilo de metal (muelles, tachuelas, grapas, cables, enrejados y telas metálicas, etcétera), así como un rápido crecimiento de las instalaciones de Forjas de Buelna, que quedaron distribuidas en varios núcleos de trabajo, todos ellos dentro de la localidad de Los Corrales de Buelna.
Esta configuración de la empresa en tres centros fabriles independientes pero interconectados, la fábrica de abajo, la fábrica de en medio o de La Aldea y la fábrica de arriba o de Lombera, trajo consigo la creación y funcionamiento de diferentes despachos auxiliares, en los que se gestionaban los trámites específicos de cada uno de ellos. Con el tiempo, y especialmente a medida que las diligencias y el papeleo crecieron en volumen, como lo hacían el número de operarios, de secciones y de departamentos, de productos fabricados, etcétera, se hizo preciso centralizar en un mismo espacio la actividad administrativa.
Autor de la ficha: Sara del Hoyo Maza - 11/6/2021