Sala de bombas de achique del Dique de Gamazo.
Se compone de la instalación de tuberías, válvulas y motores eléctricos que
permiten el vaciado de agua del dique una vez que el buque se encuentra en su interior y se ha cerrado la puerta de entrada.
Se encuentra en los bajos de la caseta de bombas y se destina a Centro de Interpretación del dique.
La tradición marítima de Santander se remonta a más de dos milenios cuando constituía una modesta población de pescadores y comerciantes hasta que, a mediados del siglo XVIII se produce un incremento espectacular de la actividad mercantil de la ya por entonces ciudad. El origen de este relanzamiento económico será debido a un decidido apoyo de la Corona por canalizar el comercio de las lanas castellanas a través de su puerto.
Es por esa época cuando se comienzan a elaborar y ejecutar proyectos de mejora y ampliación de los espacios portuarios, actividad que continuará a lo largo del XIX periodo en el que se mantiene la buena marcha del comercio portuario, esta vez por el tráfico con las colonias de ultramar. En la segunda mitad de ese siglo el número de buques que transitan el puerto aumenta considerablemente y con ellos la necesidad de disponer de suficientes varaderos y talleres para su mantenimiento y reparación. En este contexto surgen varios proyectos para la construcción de un dique seco de carena aunque, por diferentes vicisitudes, ninguno de ellos se realizó hasta entrado el siguiente siglo.
El dique de Gamazo, se comenzó en el año 1884, terminándose de construir en 1908. Esta obra constituyó un reto para la ingeniería de la época por los múltiples problemas técnicos y financieros que se tuvieron que afrontar. Los cuatro años previstos se transformaron en veintitrés y el presupuesto se multiplico por cinco.
Esta realización de la Junta de Obras del Puerto, estuvo dando el servicio para el que estaba destinado durante ochenta y un años (1908-1989), inicialmente a la propia Junta y, posteriormente por arrendamiento, a Corcho e Hijos S.A, Talleres del Astillero, Astilleros de Santander, Basse Sambre y Astilleros del Atlántico, sucesivamente. Por el pasaron cientos de barcos de todo tipo para reparaciones, inspecciones, labores de mantenimiento o construcciones.
Su última utilización fue por la draga de cangilones “Loreto”.